Anticristo

Me cuentan que el responsable de la banda sonora de Anticristo, la película de Lars von Trier, se tragó un micrófono para registrar el latido de la sangre, el mar de fondo y la procesión por dentro. El resto de la música se confeccionó con instrumentos eventuales como ramas de árboles o crin de caballo. Me parece todo correcto.

Considero a Von Trier uno de los cineastas más generosos de nuestro tiempo por películas como esta, que escribió deprimido y por hacer algo, porque aquello era lo único que podía hacer antes de volver a postrarse. En Anticristo decía haber trabajado a no más del cuarenta por ciento de su potencial y sin embargo la película se ve como su colmo, todo él está en ella y todo en ella es irreal como la vida misma, todo interior, todo traído de un plano subconsciente como ese zorrito chamánico venido de un mundo paralelo para constatar el caos reinante en el alma de los hombres.

Pese a que en los créditos comparecían documentalistas y asesores en cine de terror, misoginia, teología y otras materias, Von Trier luego pidió perdón por no saber exactamente qué había hecho o qué significaba aquella película demencial desbordada de humor, que proponía la alucinación y el capricho como recursos más ilustrativos que cualquier explicación racional. Esto no lo entiende todo el mundo pero el danés siempre ha dicho que él no hace sus pelis para nadie más que para él mismo. Es como si le preguntan al pollo por el caldo de pollo, se excusa Von Trier, cuando los que deberían hacerlo son los demás, el infierno que son los otros.

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