Sietemachos de España y de Gibraltar, asaltacaminos idealista durante tres temporadas pero por siempre, actor de carácter, de genio y de talla en cien mil producciones de teatro, cine y televisión. Félix Sancho Gracia (Madrid, 1936) lleva hoy cuarenta años casado, tiene tres hijos que lo han hecho abuelo y trabaja en el recital Versos bandoleros y canciones escondidas, que se estrena este verano en el Festival Internacional Rías Baixas de música, danza y teatro, iniciativa suya junto al productor Celestino Aranda y el director de escena Miguel Narros. Nos sentamos a entrevistarle pero se nos olvidó a mitad. Mierda, ni siquiera hablamos de Tonino Valerii…

Sancho, yo quería hablar contigo porque tú has sido uno de los hombres más guapos de España.
¿Yo?
Tú, claro.
Pintoresco.
No, no: guapo.
Pintoresco. Tú cuando vas con el coche por la carretera y de pronto ves un cartel que dice “Vista pintoresca”, suele indicar casi siempre la vista más bella, la más bonita. Pues eso. Yo soy pintoresco.
Vale. Y supongo que guapo no se es porque sí, que hay que saber serlo.
Para ser guapo hay que tener los pies sobre la tierra.
Estoy buscándote el mujeriego, tu fama.
¿Yo tengo fama de mujeriego?
No, es un anuncio.
Ah, pues no lo sabía, ja, ja, ja. Bueno, pues sí, no sé, están muy bien, las mujeres, ¿no?
Toma, claro.
Sí, son un elemento bastante importante en la vida, sí. Qué bellezas.
Vamos al principio, va. Tú naces en Madrid en 1936 y te van metiendo la familia en la cárcel.
Todos, estuvieron todos en el talego, unos más y unos menos. Estuvo uno de mis abuelos, el otro creo que no, y cuatro tíos. Y mi padre muerto en guerra.
Y entonces lo que queda de la familia se exilia a Uruguay, siendo tú muy niño.
Sí, yo tenía 12 o 13 años. Un país laico, estupendo, donde crecí, estudié, me peleé por primera vez… Follar no porque ya había follado.
¿Ya? Eras un crío espabilao.
Espabilao, sí. Y en el barco también follé, yendo para allá. Por pintoresco.
Allí estudias interpretación y vuelves a España en 1962.
Había venido antes a ver a mi abuela y a la familia, venía de vez en cuando y me quedaba uno o dos meses, hasta que en el 62 decidí irme a Estados Unidos, donde entonces vivía mi madre con mi hermana. Pero pasé primero por Madrid, donde me encontré con un amigo que me dijo que le acompañase a un ensayo de Calígula que estaba dirigiendo don José Tamayo. Fui allí, resulta que les hacía falta un tío para el personaje de Escipión y me contrataron. Debuté en el teatro romano de Mérida. Y aquí estoy.
Y pronto el cine, porque volvías sabiendo inglés, que sería una ventaja en aquella época de coproducciones.
Sí, entonces había mucha coproducción con Italia y con Estados Unidos. Y al rodarse en inglés, pues claro, trabajaba mucho. Se me requería no por actor sino por hablar la lengua. Hice un montón de pelis con los gringos.
La casa de las 1000 muñecas, por ejemplo, en 1967.
Esa era inglesa. Con Vincent Price, estupendo actor. La rodamos en Madrid, y recuerdo una escena en la Castellana, donde está la embajada alemana, que tiene una especie de minarete moro, árabe. Pues ahí, en ese paseo, rodamos una secuencia bastante larga en la que se suponía que yo estaba en Tánger, buscando…, no sé, no me acuerdo cómo era la historia de la película, que me habían quitado a mi mujer o no sé qué y me la querían meter de puta, y yo iba por allí buscándola y no sé qué hostias. Pues hicieron que aquello fuera Tánger, con el minarete al fondo, pero no repararon que en el contraplano ya no estaban los moros y que pasaba un autobús que decía “Quina San Clemente”. Cuando la estrenaron, a poco más rompen el cine.
Eso suena a contingencia a lo Jesús Franco, con quien también habías trabajado nada más llegar, en Vampiresas 1930.
¡De negra! Sí, sí, Jess Franco. Ahí salía yo haciendo de negra, en una orquesta. Con una actriz y cantante que murió muy joven, pobrecita, que se llamaba Mikaela.
Prima de Soledad Miranda, según tengo entendido.
Pues de eso no me acuerdo.
¿Con qué periodicidad se trabajaba entonces? Porque mi idea es que se daba un destajismo absoluto, un flujo constante de rodajes hasta que en 83 llega la Ley Miró y se carga la industria a favor de un cine de postín.
Pues sí, así fue. Estaba funcionando. Yo rodaba mucho, pero películas españolas más bien pocas. Joder, hay una que siempre que pueden la reponen, La ciudad no es para mí… Pero yo por regla general siempre trabajaba en coproducciones, por el inglés.
Y porque no tenías problema en darte hostias, en caerte del caballo cuando hiciera falta. Siempre has sido un actor muy físico.
Sí, me gustaba. Ahora me duele todo. (más…)