En el estupendo libro House of Psychotic Women, que toma su título de la película de Carlos Aured Los ojos azules de la muñeca rota, la ensayista canadiense Kier-La Janisse explora su complicada biografía utilizando como ganzúa el cine de mujeres trastornadas. Se aferra a la primera persona del singular y procede a narrarse a partir de un puñado de películas protagonizadas por locas del coño.
Fundadora de páginas web como Spectacular Optical o proyectos como el Miskatonic Institute of Horror Studies, además de articulista en revistas especializadas como Rue Morgue o Fangoria, Janisse sabe de sobra que el de terror, y por contacto todo el fantástico, es el cine más polisémico que existe. Limitarse a colocarlo en el portaobjetos del análisis académico o someterlo al plomizo ministerio de la crítica sería un desperdicio, por eso Janisse no solo conecta a su propia experiencia títulos del alcance sociológico de El ente o piezas de culto como Let’s Scare Jessica to Death sino que tiene la audacia de saltar de Ingmar Bergman a Lucio Fulci y es capaz de convocar a marginales como Doris Wishman, Andy Milligan o algún pope del eurotrash para relatar las anécdotas más significativas de su existencia como neurótica. Todo eludiendo a Freud y a Lacan para nunca perderse de vista.
Escribir es quemarse vivo, dejó escrito Blaise Cendrars. Escribir es consumirse pero también renacer de las propias cenizas. El arrojo de esta mujer es un soplo de aire fresco en el ámbito de la escritura cinematográfica, donde a menudo se olvida que escribir de cine ha de ser una excusa para escribir de todo lo demás. Y escribo esto con mucho cuidado porque tampoco quiero que suene como uno de esos pegoteros saludos de alcalde que afean las publicaciones con padrinazgo institucional, pero sí: escribir de cine es una oportunidad espléndida para hablar de cosas más importantes que el cine.
Dice Janisse que le da un poco de miedo el pensar que si alguien quisiera manipularla podría encontrar todas las instrucciones en su libro, y ante semejante compromiso con el cine, el analista más sagaz y el crítico más erudito (al fin y al cabo un chalado que se ha agenciado una estrella de sheriff) quedan reducidos a pobres diablos y a miserables policías de las películas. Somos lo que somos. Mequetrefes. Lean a Kier-La Janisse.
Para el Festival Internacional de Cine de Gijón